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sin bajar nunca?
Cósimo consiguió transformar aquella voz que le quera salir como un grito de gorrión
en un:
- S, soy yo, Viola, te acuerdas?
- Nunca, nunca has puesto el pie en el suelo?
- Nunca.
Y ella, como si ya se hubiese confiado demasiado:
- Ah, ves cómo lo has conseguido? No era pues tan difcil.
- Esperaba tu regreso...
- Muy bien. Eh, vosotros, adonde llevis esa cortina? Dejadlo todo aqu que lo vea
yo! Volvió a mirarlo. Cósimo ese da iba vestido de caza: hirsuto, con el gorro de gato, con
la escopeta -. Pareces Robinsón!
- Lo has ledo? - dijo l enseguida, para mostrarse al corriente.
Viola ya se haba vuelto:
- Cayetano! Ampelio! Las hojas secas! Est lleno de hojas secas! - Y a l -: Dentro
de una hora, al fondo del parque. Esprame. - Y corrió a dar órdenes, a caballo.
Cósimo se arrojó a la espesura; habra querido que fuese mil veces ms espesa, un
alud de hojas y ramas y espinos y madreselvas y culantrillos para ahondar y hundirse en
ellos, y sólo despus de haberse sumergido del todo empezar a entender si era feliz o
estaba loco de miedo.
Sobre el gran rbol del fondo del parque, con las rodillas apretadas a la rama, miraba la
hora en una patata que haba sido de su abuelo materno el general Von Kurtewitz, y se
deca: no vendr. En cambio doa Viola llegó casi puntual, a caballo; lo detuvo bajo el
rbol, sin mirar hacia arriba; no llevaba el sombrero, ni la falda de amazona; la blusa
blanca con encajes sobre la falda negra era casi monacal. Alzndose sobre los estribos
tendió una mano hasta l, en la rama; l la ayudó; ella, subiendo a la silla, alcanzó la
rama, luego, siempre sin mirarlo, trepó rpida, buscó una horqueta cómoda, se sentó.
Cósimo se acurrucó a sus pies, y no poda comenzar sino as:
- Has regresado?
Viola lo miró irónica. Era tan rubia como de nia.
- Cómo lo sabes? - dijo. Y l, sin entender la broma:
- Te he visto en aquel prado del coto del Duque...
- El coto es mo. Que se llene de ortigas! Lo sabes todo? De m, digo?
- No... He sabido sólo que ahora eres viuda...
- Es verdad, soy viuda - y se dio un golpe a la falda negra, desplegndola, y empezó a
hablar atropelladamente -: T no sabes nunca nada. Te ests ah sobre los rboles todo
el da metiendo la nariz en los asuntos de los dems, y luego no sabes nada. Me cas con
el viejo Tolemaico porque me obligaron los mos, s, me obligaron. Decan que iba
coqueteando y que no poda estar sin un marido. Durante un ao he sido duquesa de
Tolemaico, y ha sido el ao ms aburrido de mi vida, aunque con el viejo no he vivido ni
una semana. No volver a poner nunca el pie en ninguno de sus castillos y ruinas y
ratoneras, que se llenen de serpientes! De ahora en adelante vivir aqu, donde viva de
nia. Me quedar hasta que me d la gana, se entiende, luego me ir: soy viuda y puedo
hacer lo que quiera, finalmente. Siempre he hecho lo que he querido, en realidad: incluso
me cas con Tolemaico porque me vino en gana, no es verdad que me hayan obligado a
casarme con l, queran que me casara a toda costa y entonces escog al pretendiente
ms decrpito que exista. As me quedar viuda antes, dije, y de hecho ahora lo estoy.
Cósimo estaba all medio aturdido bajo aquel alud de noticias y afirmaciones
perentorias, y Viola estaba ms lejos que nunca: coqueta, viuda y duquesa, formaba parte
de un mundo inalcanzable, y todo lo que supo decir fue:
- Y con quin era que coqueteabas tanto? Y ella:
- Vaya! Ests celoso. Mira que no voy a permitirte nunca que ests celoso.
Cósimo tuvo un arrebato de celoso incitado a pelear, pero luego enseguida pensó:
Cómo? Celoso? Pero por qu admite que yo pueda estar celoso de ella? Por qu
dice: no voy a permitirte nunca? Es como decir que piensa que nosotros...
Entonces, ruborizado, conmovido, tena ganas de decirle, de pedirle, de sentir, en
cambio fue ella que le preguntó, seca:
- Dime ahora t: qu has hecho?
- Oh, he hecho tantas cosas - empezó a decir l -, he ido de caza, incluso jabales, pero
sobre todo zorros, liebres, garduas, y tambin, se entiende, tordos y mirlos; luego los
piratas, vinieron los piratas turcos, hubo una gran batalla, mi to murió; y he ledo muchos
libros, para m y para un amigo mo, un bandido que ahorcaron; y tengo toda la
Enciclopedia de Diderot e incluso le escrib y me contestó, desde Pars; y he hecho
muchos trabajos, he podado, he salvado un bosque de los incendios...
-...Y me amars siempre, absolutamente, por encima de todo, y haras cualquier cosa
por m? Ante esta salida de ella, Cósimo, pasmado, dijo:
- S...
- Eres un hombre que ha vivido en los rboles sólo por m, para aprender a amarme...
- S... S...
- Bsame.
La apretó contra el tronco, la besó. Alzando el rostro se dio cuenta de la belleza de ella,
como si no la hubiese visto antes.
- Oye: qu hermosa eres...
- Para ti - y se desabrochó la blusa blanca. El pecho era joven y con los botones
rosados, Cósimo apenas llegó a rozarlo, Viola se escabulló por las ramas que pareca que
volase, l trepaba detrs y tena en el rostro aquella falda.
- Pero adonde me ests llevando? - deca Viola como si fuese l quien la conduca, no
ella que lo arrastraba detrs suyo.
- Por aqu - dijo Cósimo, y empezó l a guiarla, y a cada salto la coga de la mano o de
la cintura y le enseaba los pasos.
- Por aqu - e iban por unos olivos que sobresalan de un empinado repecho, y desde la
cima de uno de ellos el mar, que hasta entonces divisaban sólo fragmento a fragmento
entre hojas y ramas, como desmenuzado, ahora, de repente, lo descubrieron lmpido y en
calma y vasto como el cielo. El horizonte se abra ancho y alto y el azul era tenso y
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