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dar un paso sin tropezar con uno. Y hay también codornices, castores, zorros y gatos
monteses. Estamos en una verdadera madriguera. Pero... ¿habéis visto alguna vez chozas
troglodíticas?
-No; sólo he oído hablar de ellas. Los... los hombres aquellos dicen que el Desfiladero
está lleno.
-Pues yo creía que, después de tantas correrías a caballo, habríais tropezado con
alguna-dijo Venters. Hablaba lentamente, eligiendo sus palabras con cautela, dando a su voz
un tono de indiferencia y aparentando al mismo tiempo estar atareado en la selección de los
cacharros. Era preciso evitarle el bochorno de su curiosidad. Sin embargo, nunca había
deseado tanto saber algo de su pasada vida.
-Cuando montaba a caballo cabalgaba como el viento - replicó ella-, y nunca tenía
tiempo para detenerme en ningún sitio.
-Recuerdo aquel día, cuando yo..., cuando os vi en el Desfiladero... Estabais llena de
polvo y vuestro caballo parecía muy fatigado. ¿Montabais constantemente?
-¡Oh, no! A veces pasaba muchas semanas sin salir, encerrada en la cabaña.
-¿Os encerraban? -preguntó Venters fingiendo una indiferencia que estaba muy lejos
de sentir.
-Cuando Oldring realizaba algunos de sus largos viajes me encerraba en la cabaña. A
veces estaba meses ausente.
-¿Por qué os encerraba?
-Quizá para evitar que me escapase. Siempre le amenacé con hacerlo. Pero,
seguramente, era más por temor a las borracheras que solían coger sus hombres en los pue-
blos. En cambio, yo no les tenía miedo; siempre eran buenos conmigo.
-¡Prisionera! ¡Cuán duro debía ser eso para vos!
-No. A mí me gustaba. El tiempo que he pasado encerrada ha sido el más feliz de mi
vida. Es una cabaña muy grande, situada sobre un alto risco, y desde ella se goza de un
hermoso panorama. Disponía, además, de perros y de libros. En el interior hay una fuente y
víveres almacenados. Los hombres me traían carne fresca. Un año pasé allí todo el invierno.
-¿Habéis vivido en el Desfiladero de la Decepción todo el tiempo que podéis
recordar?
-Tengo una vaga idea de otro lugar, de unas mujeres y de unos niños, mas no puedo
precisarlo. A veces me he esforzado en querer recordar, pero ha sido inútil.
-¿Sabéis leer, puesto que disponíais de libros?
-¡Oh, sí! Leer y escribir. Oldring es un hombre muy instruído. Él me enseñó; él y otro
bandido anciano que hace años vivió con nosotros y que había sido anteriormente un hombre
honrado.
-¿De modo que Oldring hace excursiones prolongadas? -preguntó Venters-. ¿Sabéis
adónde va?
-No. Todos los años lleva ganado hacia el norte de Sterling, y entonces está ausente
varios meses. Una vez oí
que le acusaban de tener una doble personalidad..., y él mató al acusador. Esto sucedió en
Stonebridge.
Venters dejó su aparente tarea y la miró con una ansiedad que no le fue posible
ocultar por más tiempo.
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Librodot Los jinetes de la pradera roja Zane Grey
-Bess - dijo, usando su nombre por vez primera -. Yo he sospechado siempre que
Oldring debe ser otra cosa, además de ladrón de ganados. Decidme, ¿qué hace aquí, en el
Desfiladero? Me parece que mucho de lo que ha hecho ha sido para ocultar su verdadera
finalidad.
-Tenéis razón. No es sólo un ladrón de ganado; sus propios hombres dicen que el
robar ganado es actualmente un ardid. ¡Hay oro en los cañones!
-¡Ah!
-Sí, hay oro, aunque no en grandes cantidades, pero lo suficiente para él y sus
hombres. Durante semanas lavan la arena para extraer el oro, luego roban algún ganado o un
pequeño hato, y se van a los pueblos para beber, para gastar pólvora y para matar a quien se
opone a ellos o les provoca..., todo para engañar a los jinetes de la pradera.
-Decís que roban poco ganado. ¡Pues el hatajo de Withersteen, el hatajo rojo, constaba
de dos mil quinientas cabezas! Eso no es un hatajo pequeño. Y fue él quien lo robó, porque
yo seguí sus huellas y vi a los animales en un valle cercano.
-Oldring no robó ese hato. Obró en combinación con los mormones. Éstos avisaron a
los jinetes para que abandonasen el servicio, y Oldring recogió el ganado para guardarlo
cierto tiempo..., no sé cuánto..., y luego llevarlo nuevamente a la pradera. No sé qué
participación tiene él en todo esto.
-¿Sabéis por qué se hizo ese convenio?
-No, pero sé que era una treta de los mormones. Siempre andan con engaños y
misterios. He oído hablar de los mormones a los hombres de Oldring. Parece que esa mujer,
la Withersteen, no quería dejarse dominar. Vi al hombre que hizo el trato con Oldring. Era
pequeño, de extraña figura, pero montaba bien a caballo. Después me dijeron que no había
mejor jinete en toda la pradera. Olvidé su nombre.
-¿Era acaso Jerry Card?
-¡Ése es l Ahora lo recuerdo. Jerry Card parecía tener mucha amistad con los hombres
de Oldring.
-No me extrañaría - replicó Venters, pensativo -.
Bess - añadió -, decidme una cosa más. ¿Habéis conocido mujeres..., gente joven? ' -A
veces había mujeres con los hombres de Oldring, pero éste no permitió nunca que las
conociera. Y en cuanto a gente joven, no he visto más que la de los pueblos que yo cruzaba
rápidamente.
Consideró Venters aquella contestación como la más desconcertante de todas las que
Bess le había dado, y sólo se contuvo de indagar más acerca de su vida anterior por el sonrojo
que ella sintiera cuando le dirigió aquella otra pregunta. No la molestaría más con su insana [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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